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lunes, 5 de septiembre de 2016
Joyce DiDonato & Antonio Pappano: 'I Love A Piano', Wigmore Hall
La Mente del Director de Orquesta y las Neuronas Espejo
Cómo se produce la influencia del Director sobre la mente del músico y de la orquesta, más allá de unas simples indicaciones técnicas.
La verdadera comunicación entre director y orquesta se hace en un nivel mucho más allá de la simple visualización de unos movimientos con la batuta. Es en la transmisión de las emociones donde se encuentra “el Secreto" de la afectación personal y de la sugestión a la que el director somete a la orquesta. La transmisión de las emociones entre los seres humanos, incluso también entre animales se produce en un nivel metaconsciente. No hace falta ser director de orquesta para que una persona pueda contagiar a otra una emoción, un sentimiento, un estado anímico, etcétera; y para ello no es necesario marcar compases, ni dar entradas, ni nada parecido a lo que la técnica de dirección clásica nos propone.
El verdadero Director de Orquesta se encuentra en el Plano Emocional, mucho más allá de unas simples señales de conveniencia grafológica que dan “instrucciones” procedimentales al conjunto.
Sería necio pensar que un Director de Orquesta es mejor que otro porque marque los compases en una u otra dirección, o porque dibuje al aire señales más o menos “claras” o “entendibles”.
Si un músico de orquesta es capaz de descrifrar y ejecutar los miles o millones de signos, notas, efectos, etc. que están contenidos en una partitura, mucho más fácil le ha de resultar tocar “piano” cuando ve una letra “p” o “forte” cuando ve una letra “f” sin necesidad de que nadie le diga nada… En este orden de cosas, sería mucho más productivo que el Director le “soplara” al oído también el nombre de las notas, los arcos, las respiraciones, etc.
El músico de orquesta ha llegado a su edad adulta y no necesita de niñeras. Lo que sí precisa es de guías, coach o “Maestros de Vida” que tengan la habilidad de sacar lo mejor de sí mismos, darles confianza, seguridad, vitalidad, vida y emoción a cada una de las acciones musicales que estos realicen.
En este Plano, el Director de Orquesta debe encarnar precisamente esa figura de “Gurú” y de Maestro de Vida, pero esto ha de hacerlo en un plano mucho más profundo, directamente hacia el “Cerebro Límbico” del músico donde la principal moneda de cambio sean las emociones.
El Director utilizará toda su capacidad de comunicación verbal (durante los ensayos” y No Verbal (durante ensayos y conciertos) para provocar en el músico las reacciones emocionales oportunas en cada momento y situación.
Las células espejo de los músicos sabrán interpretar en este lenguaje directorial cuál es el mensaje de forma que cada músico de forma individual, pero también en unión con el resto de integrantes de la orquesta, envíen las instrucciones al cerebro, al corazón, a cada músculo, tendón y célula para que trascienda lo puramente mecánico y se eleve hacia el mundo emocional y espiritual del mundo No Visible.
Muchas de las reacciones de los músicos de la orquesta se producen de forma instintiva, de la misma forma que un tigre corre despavorido de un bosque en llamas. Determinados pasajes musicales requieren del músico este tipo de reacciones instintivas que provocarán un efecto musical rotundamente impresionante. Pretender obviar este componente animal en el ser humano es un gran error, y muchos de los grandes maestros han hecho uso de esta condición humana para transmitir determinadas reacciones musicales en el seno de la orquesta, lo que ha originado efectos definitivamente imponentes.
El cerebro humano tiene tres componentes fundamentales. Hablamos del cerebro pensante o córtex, que es la parte frontal; es la parte más grande, la parte más voluminosa de nuestro cerebro. Posee también el cerebro de los mamíferos, que es el cerebro límbico; y finalmente tiene el cerebro reptiliano que es propiamente el cerebro instintivo. El ser humano por lo tanto, tiene 3 vertientes: una vertiente pensante o intelectual, otra vertiente emocional, y otra vertiente totalmente instintiva. Las creaciones del ser humano están integradas a estos 3 elementos, que bajo mi punto de vista son inseparables. Y en cuanto la música es una creación del ser humano, toda música de cualquier época tiene en mayor o en menor proporción, estos tres elementos: el elemento intelectual, el elemento emocional y el elemento instintivo. Nosotros como directores tenemos que conocer -cuando estamos haciendo una obra- cuáles de sus elementos son intelectuales, cuáles son instintivos y cuáles son emocionales. Podemos decir por lo tanto, que el instinto es una parte del arte; es decir, no hay que hacer nada en especial para que el instinto se manifieste en lo artístico, porque el instinto es una parte sustancial del propio cerebro y del propio ser humano. Por lo tanto habrá mucha música escrita, muchas grandes obras maestras puramente instintivas las cuales vienen y van al propio instinto; mientras que otras van y vienen de la emoción y -en esta línea- algunas hasta son puramente intelectuales. Voy a poner un ejemplo de cada una de ellas.
Si analizamos por ejemplo el canon al rovescio del tercer movimiento de la Serenata número 12, K. 388 de Mozart, ese canon es algo totalmente intelectual. Ahí no hay emoción. De hecho cuando yo trabajo esta obra en la escuela, muchas veces tengo que decir “a partir de aquí cuenta-compases” porque es imposible –aparte de eso- encontrar ningún componente emocional, ni tampoco ningún componente instintivo; es todo intelecto, es simplemente un contrapunto. Este canon es como un gran jeroglífico, es algo netamente intelectual.
Hablemos ahora - por ejemplo - de la Sinfonía VI, “Patética” de Tchaikovski y de cuando él comentaba que en algunas de sus sinfonías -en determinados compases- había dejado una parte de su alma; hablemos de cuando uno escucha determinadas melodías plenamente inspiradas, compuestas de una forma emocional, plenas de rubato o de cuando oyes el adagietto de la Quinta Sinfonía de Mahler, donde el componente emocional es justamente el que aparece en primer término. Todas estas obras tienen momentos emocionales, y estos momentos son los que las hacen auténticas porque las emociones son parte del ser humano.
Pero hay momentos que son puramente instintivos, son reacciones automáticas. Por ejemplo ¿Cómo se calificaría el comienzo de la Quinta Sinfonía de Beethoven? ¿Sería intelectual? ¿Sería emocional? ¡Es instintivo! Porque es como una rabia; es como un desgarramiento; es algo que brota de una manera impetuosa y desbordante. Es el propio instinto de la vida lo que está ahí, ese instinto tan fundamental para el arte.
FUENE: (http://musicum.net/)
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