

Los
mayas, afortunadamente, no desaparecieron con la Conquista; resistentes
como pocos a los cambios y al olvido, conservan hoy en su cultura
profundas raíces milenarias a pesar de que han convivido
durante más de quinientos años, con grandes dificultades,
de la mano de la civilización occidental que intentó
someterlos. Buena parte de la tradición maya prehispánica
se ha conservado en el seno de la vida familiar de los diferentes
grupos étnicos.
No obstante, los mayas no han podido evadir del todo las grandes
transformaciones globales que ha sufrido el mundo occidental durante
los últimos años: ha tenido que enfrentar periodos
de migraciones, la influencia de diversas regiones mesoamericanas
y centroamericanas, crisis políticas, económicas
y sociales, lo que ha llevado, entre otras cosas, al surgimiento
o la declinación de distintos señoríos o
grupos de poder. No en balde han tenido tantos encuentros y desencuentros
con distintas facetas de la cultura occidental, desde el enfrentamiento
con los españoles en el siglo XVI hasta los embates del
capitalismo de nuestros días, que todo lo convierte en
objeto de mercado. Así, la civilización maya ha
sufrido cambios de maneras cada vez más radicales.

Las
modificaciones entre los diferentes grupos mayas ha variado dependiendo
de su ubicación geográfica; en las zonas aisladas
han sido menores, pero en las que han tenido mayor contacto con
occidente ha habido cambios sustanciales en todas las áreas:
tanto en la organización política de los pueblos
como en su vestido, su alimentación, sus herramientas de
trabajo e, incluso sus fiestas y ceremonias. La actual fisonomía
del territorio maya se configuró paulatinamente desde hace
más de 500 años, pero este proceso se intensificó
en el siglo XIX, al imponerse fronteras arbitrarias y artificiales
entre comunidades que tradicionalmente habían permanecido
unidas, o al intentar fundir pueblos que nunca habían compartido
el mismo territorio.

Como
resultado de estos hechos, en la zona maya actual habitan personas
de distintas culturas y hablantes de muy diversas lenguas. Los
grupos mayas de hoy conviven tanto con pueblos indígenas
de otras familias lingüísticas como con pueblos mestizos.
A la fecha subsisten por lo menos 28 lenguas indígenas,
las cuales tienen un origen común, pero pertenecen a once
grupos lingüísticos diferentes distribuidos a lo largo
y ancho de toda el área maya.
A pesar de todo, aún hoy es posible reconocer en la cultura
maya una base esencial de origen prehispánico que se niega
a desaparecer: una forma de entender y vivir el mundo que se manifiesta
en ritos domésticos, en sistemas de curación, en
prácticas agrícolas y en las relaciones de parentesco.
Esta peculiar cosmovisión es, según algunos investigadores,
el
núcleo duro que ha mantenido los valores y representaciones

fundamentales
de la antigua cultura maya a salvo de los avatares de nuestros
tiempos, aunque incluso este núcleo ha cambiado imperceptiblemente
a lo largo de los siglos.
En la actualidad, las comunidades mayas enfrentan nuevos retos;
frente a la tendencia general hacia la globalización y
la homogeneización del planeta, intentan reafirmar sus
diferencias y permanecer ajenos a las modas que han hecho de innumerables
culturas indígenas objetos de consumo. Esto se debe, en
buena medida, a que los medios masivos de comunicación
y las nuevas tecnologías han acortado las distancias en
prácticamente todos los rincones del mundo, de tal forma
que para las comunidades mayas ha sido imposible permanecer aisladas.
El neoliberalismo de nuestros días, como el liberalismo
del siglo XIX, amenaza con desintegrar comunidades indígenas
enteras; por ello no es de extrañar que diversos grupos
mayas hayan levantado su voz para reclamar autonomía y
el derecho a ser espetados. Por supuesto, estos pueblos tienen
nuevas formas de identidad colectiva y de organización,
pues viven una problemática socioeconómica y cultural
muy compleja dentro de su cotidianidad.

En
diversas localidades mayas, como Chichicastenango, Santiago Atitlán
o San Juan Chamula, por dar sólo unos cuantos ejemplos,
el centro de la vida social es la plaza, presidida por la iglesia
y los edificios de las autoridades. La población vive tanto
en el pueblo como en caseríos dispersos por los alrededores,
y en las afueras están las tierras de labor, donde se cultivan
legumbres como el maíz, el frijol, la papa y la calabaza.
El mundo que rodea al pueblo aún tiene connotaciones sagradas,
ya que el indio sacraliza desde antiguo los espacios naturales.
Algunos montes cercanos, los ríos y las cuevas son todavía
lugares de culto.

Desde
esta perspectiva, la religión maya ha adquirido, a lo largo
de los siglos, curiosos matices. Desde la Conquista, con el fin
de delimitar el culto pagano, los españoles impusieron
a los indígenas de cada comunidad un sistema de cofradías
para congregarlos en torno a la figura de un santo que venerar;
este sistema es, a la fecha, una organización piramidal
de cargos que premia la buena voluntad y favorece el reconocimiento
social de manera muy similar a la que tenían los indígenas
de épocas prehispánicas. Así, los indios
sólo tuvieron que dar a los santos la antigua personalidad
de sus dioses. En algunas comunidades de hoy, aunque se practican
sacrificios rituales de animales que nada tienen que ver con el
catolicismo, la figura de Jesucristo se confunde con la del dios
Sol, y la de la virgen María, con la de la diosa Ixchel,
patrona de la fertilidad y la medicina.
De igual forma, la liturgia católica tampoco logró
eliminar la figura del curandero o sacerdote, quien hoy, como
en tiempos antiguos, es portador del conocimiento e intérprete
del calendario ritual que le permite interceder ante los dioses,
los santos o las fuerzas naturales que rodean al mundo de los
mayas. Así, la llegada de los españoles culminó,
siglos más tarde, en la creación de una fe sincrética
que se modifica día tras día.
FUENTE: ( http://oncetv-ipn.net/sacbe/mundo/mayas_de_hoy/)
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