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jueves, 1 de enero de 2015

CRÍTICA LITERARIA DE JAVIER FERNÁNDEZ DE CASTRO La ninfa inconstante Guillermo Cabrera Infante



La noticia urgente, lo que se impone antes de cualquier consideración, es queGuillermo Cabrera Infante ha vuelto. Cuando sus seguidores ya se creían condenados a releer con la esperanza de olvidar cuanto antes para volver leerle otra vez, hete aquí que de pronto resurgen la voz, la cadencia y el espíritu lúdico del Guillermo Cabrera Infante de toda la vida. Increíble.

La ninfa inconstante engloba tres historias simultáneas que en realidad son una porque, si bien cada cual tiene su propia entidad, ninguna podría existir por separado. Pero no sigo por este camino porque lleva derecho a la metafísica y es preferible el método enumerativo, que resulta algo premioso pero más asequible.

La primera historia de la trilogía es el lenguaje. Por descontado que están ahí los celebrados juegos de palabras (sicut era fornicando), y también las citas y las no-citas, las alusiones a lecturas, el recuento de películas o el son de las canciones, así como el fraseo corto, rápido y certero, el diálogo vivaz y las situaciones absurdas, todo al más puro estilo Cabrera Infante. Sin embargo, a mi entender, lo de verdad importante es la cuidadosa labor de construcción que el narrador va llevando a cabo, similar a la del hacedor de mosaicos cuando avanza pieza a pieza sabiendo que si de momento las formas y los colores no acaban de entenderse, de pronto adquirirán su pleno sentido y el lector/espectador podrá captar en toda su dimensión la obra que tan laboriosamente se ha ido construyendo. Y esa paciente obra de construcción, el punto en el que se funden las dos primeras historias de la trilogía, tiene su encarnación en La Habana. Faltaría más.

Qué sería de Cabrera Infante sin La Habana, esa ciudad amada, recordada, soñada, añorada y odiada al cabo de tantos años de ausencia. Se desvive por dar la dirección justa, el detalle exacto, la descripción dolorosamente precisa de aquellos comercios y hoteles, aquellos bares hasta las tantas de la madrugada, la ciudad canalla que vive el periodista todavía intoxicado por los efluvios del plomo de las linotipias, todo para vestir de perifollos a un cadáver. Porque esa ciudad tan amorosa y pacientemente construida se derrumba al mismo tiempo que es erigida porque ya no existe. La historia se la tragó y la actual capital de Cuba apenas tiene nada que ver con la fantasmagórica reconstrucción de Cabrera Infante. El café Vienés, copia del Sacher; el club Picasso, sólo para lesbianas; el antiguo teatro Trotcha con sus jardines en forma de laberinto, o aquellos restaurantes, el Camagüey, al costado de la facultad de Medicina, y El Jardín o el Carmelo, ninguno de los cuales ha perdido nada de su encanto. En algún momento el narrador ya no puede más y proclama: "La Habana parece -aparece- indestructible en el recuerdo: eso la hace inmortal", y en ello la opinión del narrador coincide con la del tenaz tejedor de historias desde su forzado exilio en Londres.

El tercer tronco de esa enredadera que se enrosca sobre sí misma para elevarse y medrar en un medio tan precario como es la memoria resulta ser la propia ninfa inconstante, es decir, la novela misma, en la que se narra la huida hacia ningún sitio de un hombre mayor y casado ("mal casado") con una criatura de 15 quince años ("casi 16") y con la cual va a vivir una historia trágica y cansada, exaltante y desengañada, triste y al mismo tiempo vivificadora, tejida con engaños, infidelidades y desamores, pero también con momentos tan sublimes como el de la piel color miel de la amada impúber mostrándose en todo su esplendor. O sea, una historia de amor, tal cual, hecha desde un lenguaje que se encarna en una ciudad que ya no es y en la que el narrador, en primera persona, se vale de la pluma como el ciego se vale de las yemas de los dedos para prefigurar algo que nunca verá. Y, a todas estas, sin dejar de jugar. Casi al final, cuando ya se han usado todas las bazas, surge la pregunta desesperada: "¿Habrá alguien pensado algo alguna vez?". Y la respuesta:"Tal vez Dante. Al dente". Y eso es lo que yo decía: un juego.

[Publicado el 01/10/2008 a las 09:41]


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COMENTARIOS (7)


Y esa paciente obra de construcción, el punto en el que se funden las dos primeras historias de la trilogía, tiene su encarnación en La Habana. Faltaría más. online undergraduate certificate
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Comentado por: Smith1 el 20/9/2011 a las 10:27


Bueno en realidad acabo hace algunas dos semanas de comprar ese libro q estaba en los botaderos de las tiendas comerciales a un precio demaciado barato, y en realidad no le havia tomado mucha importancia hasta apenas allér que empece a leer con atencion el libro y de vdd me parece genial muymuy genial lo recomiendo mucho me gusta la forma de citar de Guillermo C. I.

Comentado por: Natalhie el 24/9/2010 a las 20:48






BiografíaJavier Fernández de Castro (Aranda de Duero, Burgos, 1942) ha ejercido entre otros los oficios de corresponsal de prensa (Londres) y profesor universitario (San Sebastián), aunque mayoritariamente su actividad laboral ha estado vinculada al mundo editorial. En paralelo a sus trabajos para unos y otros, se ha dedicado asiduamente a la escritura, contando en su haber con una decena de libros, en especial novelas. Desde hace unos años reside de forma permanente en Barcelona.

BIBLIOGRAFÍA

Entre sus novelas se podrían destacarLaberinto de fango (1981), La novia del capitán (1986), La guerra de los trofeos(1986), Tiempo de Beleño ( 1995) y La tierra prometida (Premio Ciudad de Barcelona 1999). En el año 2000 publicóEl cuento de la mucha muerte, rebautizado como Crónica por el editor, y que es la continuación de La tierra prometida. En 2008 apareció en Editorial Bruguera, Tres cuentos de otoño, su primera pero no última incursión en el relato corto.


FUENTE: (http://www.elboomeran.com/)

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